lunes, 5 de mayo de 2014

Oh tú que te amañas con la sinuosidad de nuestras siluetas generosas

Oh bienaventurado San Leo, Santo querido del lirio y de la rosa, tú que vives y transformas la materia,
aparta de nos la medialuna de grasa, el choripán y a la Stella, el demonio de los mil nombres. Que nada escape a tu compasiva demostración de fuerza: que los panes no se multipliquen entre los que no deben, que los chacinados se hacinen en el averno, que el carbohidrato no se combine jamás con la proteína y que sean nuestros sólo los Omega3,6 y 9, y si has de aceitarnos que sea con uno de oliva de primera prensada en frío y no dejes de lado el de canola, que dicen que es genial.
Oh bienaventurado, Santo patrono del descenso en varios tiempos, tú que has hecho de la batalla contra el triple michelín una cruzada que nos elevará a la gloria del Penduleo controlado, a ti te pedimos que intercedas por nosotros, pobres almas portadoras del gen xl y sus variantes nefastas, ante nuestro único Dios que vive y reina en el Sacrosanto Recinto del Penduleísmo, Él, el que vive al servicio de la Pendulesitud, que no es otro que Pendulman, para que por medio de tu intervención recibamos su gracia divina, el don de la flexión y el estiramiento, la suprema vocación por el appetizer sano, y a falta de sus largas piernas, que nos conceda resistencia y santa devoción por el anaerobismo y el aerobismo y las demás cosas sin nombres o tantos ellos que no podemos aquí repetirlos, so pena de incurrir en injuria.
Que Pendulman te tenga en su santo costado, que La Gioco te insufle el divino aire de las plazas y que Mater te bendiga con el bastón en una mano y la pelotita en otra. Amén.

Por si no quedó claro, San leo, y para no cagarte a pedos, hacenos bajar de peso, porque sino ni la Cele te salva con un beso.

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