Se dice que el Sensei es el Decimoquinto avatar de Ryujin, el dios
Dragón. Se le atribuyen poderes inconmensurables. Para mí que se golpeó
la cabeza de chiquito y quedó así, suspendido entre dos mundos y cree
que nos puede convertir en acróbatas.
Como sea, es el impulsor desenfrenado de la pendulesitud y el enemigo
declarado del penduleo incontrolado y de los hombros en las orejas. Su
voz se escucha en los momentos más insospechados y te dice: "bajá los
hombros", entre otras cosas.
Cada tanto, los Hombres Sensibles de
Flores lo ven pasar al trote puteando subtes. Los cronopios juran y
perjuran que le gusta repartir globos azules con piolas verdes y
leyendas que dicen "muy bien". Los famas, esos pequeños buscapleitos,
dicen que los globos están llenos de miguelitos para castigar a Jorge, a
ver si de una vez encuentra los omóplatos. Pero el Sensei es incapaz de
eso, los famas nos envidian porque ellos quieren venir a Prosam a
encontrar llaves milagrosas y se pierden en las escaleras a las que los
cronopios les ponen carteles del tipo "por acá se va a la terraza-bar" y
se mueren de risa mientras se abanican entre pas de deux y rondat,
versiones libres que ellos hacen cuando están felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario